Horas nocturnas

Cuando al mirar la luna, suspiro perdida
Encuentro en silencio, alivio…
La luz tenue, la brisa que juega,
Mientras las estrellas me broncean con su plata luz,
Prefiero el escarchado galáctico,
El aura que me concede…
Bebo de la noche y su magia,
Como en ese libro, donde hay una torre -perfecto refugio-
Busco, camino, me abro paso,
No es la selva, no es el tráfico…
Los ruidos de los carros el ronroneo de la fiera que duerme
El gatito que con pereza juega,
Temo a otras cosas…
El veneno que hace casa,
Las mentiras, el disfraz de los tontos,
La injusticia, la corona del vivo… Al lobo que acecha
Y el silencio, ese que como lluvia de acero me hace dudar
¿de cuándo acá es más sencillo adivinar? Si bien sabes que podemos hablar,
Puedo leerlo en el aire, pero eso de traducir las miradas se vuelve ya un poco agotador.
Distinto es leer las intenciones, juego divertido, tequilita de media noche.
Monopolio de mis días…
El espejo me cuenta en claves de reflejos,
No tengo bola de cristal, pero puedo ser esa…
No tan despeinada y verde,
Aprendo, con el tiempo… me he alejado, prácticamente huido -si se puede decir-
Aunque puedo entretenerme,
Recorro otro camino,
Estoy buscando sus dulces besos,
Donde los conjuros se hacen débiles…
Pero en sus brazos me hago fuerte,
Soy lo mejor que puedo ser, con el toque que aquello que me hace “mala”
No ver medias tintas, sólo vorágines de color,
Largos pétalos que me tejen el alma,
Creer en lo “imposible”
Amar las normas y romper muchas.
Saber que mi corazón está a salvo detrás del escudo,
Que si me pongo máscaras en el día me va “mejor”
-Así no me ven reaccionar a quién sabe qué cosa estarán por decir o peor hacer-
Por eso camino, por eso la luna, persiguiendo ese cohete, esperando la estrella fugaz…
Tarareo, esa canción.

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